Felipe II
Felipe II heredó un vastísimo Imperio que, a partir de 1580 y la incorporación de Portugal y sus territorios, se convirtió en planetario. Las potencias europeas Inglaterra, Holanda y Francia se lanzaron entonces a la guerra contra tal incorporación. Felipe II emprendió esta guerra con enorme vigor, prestándole la atención que merecía. Su error más grave fue probablemente el hacer oídos sordos a las provocaciones inglesas y consejos de sus generales, muy especialmente los de don Álvaro de Bazán, y no haber emprendido una acción definitiva en 1580, dándole tiempo a Inglaterra a fortalecer su marina, y dejando impunes sus correrías piráticas en tiempos de paz. Otro error fue no haberse asegurado un puerto en aguas profundas en Flandes desde el que desencadenar la invasión de Inglaterra. Pero, a la postre, y a partir de la derrota de la Contra Armada y el programa de rearme naval, enmendó la contienda y consiguió sus objetivos: mantener la unión ibérica y la integridad del Imperio. La parcial imagen de Felipe II como el derrotado con la Gran Armada, ha de ser compensada con la de el victorioso de la Contra Armada, flota más grande que su predecesora.